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HOMILÍA EUCARISTÍA GRATITUD Y EN SUFRAGIO SANTO PADRE FRANCISCO.

    Peregrino de esperanza por el camino de la misericordia

    Muy queridos hermanos y hermanas en Jesucristo Resucitado.

    1 En el texto de los Hechos que acabamos de escuchar, aparecen juntos los apóstoles Pedro y Juan, en el ambiente de reacción del pueblo por la curación del paralítico que diariamente pedía limosna a la entrada del templo. En efecto, Pedro, – ante el pedido de limosna que le hiciera el enfermo -, con las palabras, “¡en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda!, lo toma de la mano, y curado, recobran fuerza sus pies y sus tobillos, sacándolo así, mediante la fe y la esperanza en el Resucitado, de su postración, además de su marginación social.

    Resulta providencial, hermanos y hermanas, observar la escena en esta Eucaristía que ofrecemos por el fallecido Papa Francisco, porque resume diríamos así, la misión que como sucesor de Pedro quiso proponer el “Papa de la misericordia” a la Iglesia, en la dirección de abandonar las situaciones de comodidad y autoreferencialidad para en cambio, renovarse y salir con impulso misinero hacia las periferias sociales preferencialmente, llevando la buena noticia del Evangelio con pasión, creatividad y sencillez, hasta los confines del mundo. Este anhelo llevaba consigo la invitación, como señala el Documento final del Sínodo, a la santidad mediante una conversión contínua aplicada a personas, comunidades e instituciones eclesiales.

    2. Como “peregrino de esperanza”, el Papa Francisco ahora ha llegado a la meta pascual, invitado por el Padre misericordioso.

    Esta peregrinación de esperanza se nos ha manifestado en su testimonio y coherencia de vida, con sabias enseñanzas, gestos singulares y actitudes de cercanía humilde a la manera de Jesús.

    Es una travesía de esperanza, “caminada” con el Pueblo de Dios y más allá, y que se convierte en fecunda semilla para la Iglesia y para toda la familia humana.

    En esta Eucaristía queremos agradecer en primer lugar al Señor por este legado que es también ruta de esperanza, unidad en fraternidad y misericordia para todos nosotros.

    Para recordar sólo algunas de tantas lecciones de vida derivadas del ejercicio perseverante y fiel de su ministerio apostólico, encontramos en primer término, su apasionada convicción sobre la acción constante de la misericordia de Dios. “Miserando atque Eligendo” “Lo miró con misericordia y lo eligió”, que en el Evangelio corresponde a la elección de Mateo, se convierte en su lema de vida y cotidiana inspiración.

    Es la misericordia que quiso ayudarnos a comprender en el intenso Jubileo de la Misericordia 2015-2016. Una Misericordia que provoca y desafía la respuesta que se ha de desbordar en el amor hacia los pobres, los excluidos en cualquier condición y las periferias humanas.

    Migrantes, discriminados, enfermos, prisioneros, abusados y maltratados por trata y explotación mercantil, estuvieron en su agenda, oración y preocupación permanente.

    Misericordia también que perdona, reconcilia, tiende puentes y mediante el diálogo imperturbable, busca la paz y construye fraternidad.

    Por otra parte, con tanto impacto profético, recibimos las alertas sobre el valor de la vida en toda su extensión, sobre la dignidad humana, los derechos y responsabilidades de las personas y colectividades y el cuidado de la naturaleza y casa común. En Laudato Si, (Alabado Seas) su impactante encíclica, junto a Fratelli Tutti (Todos Hermanos) y Evangelii Gaudium, (La Alegría del Evangelio) sacuden, sin duda, una conciencia personal y colectiva, en tantas ocasiones indiferente o incluso cómplice, en estos tiempos.

    Así mismo, es impactante su ejemplo e invitación a abordar una renovación del impulso misionero, en actitud de “salida” permanente para llevar a otros el testimonio del Evangelio; para callejearlo sin miedo y anunciar a Cristo que “vive y está vivo”, como exhortó a los jóvenes, con un llamado además al encuentro y mutua ayuda y comprensión generacional entre estos con los ancianos y personas mayores, atendiendo con urgente preocupación las situaciones de familia y vida, impulsando una renovada conciencia de participación de la mujer y construyendo con dinamismo continuado una Iglesia sinodal.

    Viene acá su preocupación por reaprender como Pueblo de Dios a caminar juntos, en comunión, participación y misión, empleando el discernimiento, herencia Ignaciana, para conocer cuál es la voluntad de Dios, en la escucha del Espíritu Santo y de las personas, en conversación espiritual, unida también, con convicción profunda, a la práctica del diálogo interreligioso. Y con audacia misionera, pensando en la formación integral de toda persona en el mundo, propone el Pacto Educativo Global.

    Nunca podremos olvidar la impactante imagen del Papa Francisco en la plaza de San Pedro, aquel 27 de marzo de 2020, entre penumbras y llovizna, caminando con pasos esforzados, solo, dispuesto a manifestar en su sentida oración, su solidaridad y cercanía con la humanidad entera, con ocasión de la Pandemia del COVID 19.

    Como ésta, siempre se destacarán la diversidad de imágenes de cercanía y caridad con tantas personas en búsqueda de ayuda y consuelo, armonizando coraje, ternura y sentido del humor.

    3 Del Cardenal Jorge Bergoglio, luego Papa Francisco, recibimos el fuerte influjo de la Conferencia de Aparecida y la primera Asamblea Eclesial de America Latina y el Caribe y en sus salidas internacionales, su preocupación como lo expresó repetidamente, en su visita a Colombia, por la reconciliación y la paz.

    Con la sencillez de un gesto bondadoso de bendición a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe que entronizamos en su Santuario de La Cumbre, en Floridablanca, nos ha dejada también a nuestra Arquidiócesis, una invitación permanente a seguir y hacer propio su legado de caminar como peregrinos de esperanza, bajo el cuidado maternal de la Virgen María.

    4 El llamado que al Santo Padre Francisco le ha hecho el Señor en tiempo de la solemnidad pascual, para compartir ahora la misión eterna, nos congrega también en esta Eucaristía para orar, como siempre lo pidió, por sus intenciones y poder gozar así en la participación luminosa e infinita del Dios misericordioso, en la espera de la resurrección final.

    En su testamento conocido en estos días deja escrito: ”Que el Señor dé la recompensa merecida a quienes me han amado y seguirán orando por mí.

    Es lo que queremos, queridos hermanos y hermanas, manifestar juntos en esta Celebración Eucarística.: continuar amando al Papa Francisco y seguir orando por El.

    ¡Gracias, Santo Padre Francisco! ¡Descanse en paz!. Amén.

    + Ismael Rueda Sierra

    Arzobispo de Bucaramanga

    24 de abril, Año Jubilar 2025